miércoles, 19 de septiembre de 2012

Comer en el Celler De Can Roca


Hace poco, el 27 de julio, estuve en el Celler y, como siempre, se trató de una experiencia maravillosa.
Esta visita al Celler me confirmó la sensación con la que me fui la última vez que estuve allí. No sé si está bien decir que fui “a comer” al Celler. Yo creo que, a esta altura, una visita al Celler es mucho más que una cena: es una experiencia de placer, y el hecho de que salgamos de allí sin hambre es solo un detalle –es más, diría que nos vamos sin hambre desde un punto de vista fisiológico, pero no sin hambre de más y más sensaciones–. Confieso que salgo feliz, muy feliz, pero también con una cierta tristeza, porque el momento mágico llegó a su fin, y mientras camino hacia el auto solo puedo pensar en que ¡ojalá pueda volver!
Cada visita al Celler es una mezcla de sensaciones.
Todo empieza cuando hago mi reserva: ¡ya está! ¡tengo mi mesa asegurada! Después tratar de no pensar demasiado hasta que llegue el gran día.
Finalmente, el día llega y allá vamos.
Llegar al restaurante; entrar. Sentir cierta familiaridad con el lugar, ver alguna cara conocida. Al ir hacia la mesa ya las sensaciones se van haciendo más fuertes y se acentúan mis ganas de que la experiencia resulte lo más larga posible. Quiero empezar a sentir, a oler, a ver…, pero despacio, muy despacio.
Empieza el juego de la vuelta al mundo; habrá que adivinar dónde están inspirados los distintos bocaditos que se nos ofrecen. En cierta forma, uno  podría trasladar este juego al total de la experiencia. No me refiero al de adivinar inspiraciones, sino al de detectar sabores, perfumes, sensaciones. Es casi como un juego, crece la intriga por saber qué vendrá en el próximo plato, en el siguiente vino que estamos por degustar. No se trata de una expectativa sobre qué voy a comer, sino, más bien, sobre qué voy a sentir, con qué sorpresa me voy a encontrar.
En resumen, visitar el Celler es una experiencia fundamentalmente afectiva, por los afectos puestos en juego por todos los que allí trabajan, los que permiten que nosotros, los clientes, podamos dejar aflorar los nuestros.

1 comentario:

andal13 dijo...

¡Excelente!
Esas experiencias "gastronómico-espirituales" son una maravilla...
¡Salut!